Web3: la web que viene
Laia Ordoñez
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Si hay algo que es constante en Internet es el cambio. La Web3 ya empieza a consolidarse como la próxima revolución.
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Los que llevamos ya unos años en esto hemos ido viendo una evolución desde el modelo primitivo de la web a aquello en lo que se ha convertido actualmente. Pasamos de la web 1.0 a la tan cacareada web 2.0 modificándose por el camino. De los blogs a la web semántica y de ahí a las redes sociales…
Y aquí está ya la Web3, que va a imponerse creciendo desde un cambio tecnológico: el blockchain, que también está detrás de las famosísimas criptomonedas como el Bitcoin (una forma de pago presente incluso en algunos eCommerce).
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Aclaración importante: Web3 no es lo mismo que W3C
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Antes de desarrollar lo que es este nuevo estándar, es importante hacer un breve comentario sobre lo que no es.
Resulta un poco confuso por la similitud de las denominaciones y muchas personas creen que la Web3 (que podríamos denominar Web 3.0) es directamente igual que el llamado World Wide Web Consortium o W3C. Aunque este último es, en realidad, un comité que establece las tecnologías a implementar en el desarrollo de Internet por parte de la comunidad.
Como ves, podría estar relacionado tangencialmente, pero no es lo mismo en absoluto.
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¿Qué es la Web3?
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Como decíamos, en un principio la web estaba compuesta únicamente por páginas con sus correspondientes dominios relacionadas entre sí mediante enlaces. Cualquier persona “poseía” su parcela de Internet alojando en ella su contenido, al que se accedía introduciendo directamente la URL (dirección web) en la barra del navegador.
De ahí pasamos a un cierto cambio de paradigma. Los navegadores se sofisticaron y empezaron a indexar los contenidos disponibles, integrando la función de buscadores: ya no solo servían para navegar por Internet, sino que también eran útiles para ayudarnos a encontrar el contenido que buscábamos. El contenido pasaba a estar centralizado en un lugar (Google principalmente) cuyas reglas acababan determinando el volumen de su tráfico (si se hacía SEO, claro).
Llegaron las redes sociales y se convirtieron en ecosistemas cerrados. No tenían (ni tienen) otra razón de ser que ofrecer una plataforma para el contenido generado por el usuario, y sin embargo el contenido pertenece a la red social por haberse generado allí, y no al usuario. Siguen utilizándose para derivar tráfico a las webs externas, pero cada vez son más autosuficientes. Hasta el punto que una empresa podría ser viable utilizando sus perfiles sociales como canal exclusivo.
La principal diferencia con el modelo previo es que aquí nos convertimos en generadores de contenido para unos pocos terceros que lo gestionan, beneficiándose ellos de nuestro contenido –que no poseemos– en forma de publicidad y otros servicios.
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Mientras tanto, la auténtica revolución de la Web3 ya está en el horizonte, y lo hace apostando por descentralizar la propiedad de los contenidos, sacar de la ecuación a Facebook, Instagram, TikTok y, en cierta medida, también a Google, pese a que las redes resultan bastante opacas para el buscador.
Podría parecer una vuelta al modelo inicial, pero no lo es gracias a la tecnología de bloques encadenados o blockchain. Eso permite al sistema dos cosas importantes que hasta el momento eran impensables: establecer la propiedad exclusiva de un activo digital con absoluta seguridad y, consecuencia de esta propiedad única, también hace que aplique el principio de escasez, con lo que esas propiedades digitales tienen un valor económico efectivo.
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¿Cómo funciona la Web3?
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Realmente tiene una gran complejidad técnica, así que trataremos de explicarlo de una manera sencilla aunque no sea en toda la profundidad que da de sí este tema.
Como decimos, partimos de la tecnología blockchain y, como su nombre indica, es una cadena de bloques independientes que, además, están cifrados para hacerlos más seguros.
Cada uno de estos bloques contiene una información que puede ser una transacción económica o un activo digitalizado y que, antes de entrar en la cadena y relacionarse con el bloque anterior, tiene que ser validada por otros usuarios presentes en la red.
Es decir: gracias a blockchain podemos definir la titularidad de cualquier contenido. Es más, no hace falta que sea necesariamente digital, porque gracias a esos tokens que comentamos se puede otorgar la propiedad total o parcial de cualquier contenido o propiedad intelectual sobre el mismo, como los derechos de una obra audiovisual. Esto se hace en virtud de unos contratos inteligentes, también conocidos como smart contracts dentro del argot de la Web3.
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Tal vez recuerdes un post en este mismo blog hablando sobre qué son los NFTs o Tokens No Fungibles, si no lo has leído te invitamos a hacerlo para profundizar en el tema.
Gracias a esa validación, que se debe hacer mediante la red de usuarios, nos aseguramos de tener un título de propiedad inviolable porque, incluso aunque se modificase uno de estos por alguien que no fuera el titular, sería imposible poder alterar todas las copias que están distribuidos por la red. Por eso hablamos de descentralización: porque ya no hay un gestor único sino una red de nodos independientes.
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Cómo afectará la Web3 al eCommerce
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Estamos ante un cambio mucho más trascendental de lo que parece y, además, será transparente en gran medida para el usuario. Pero la Web3 aportará un plus de transparencia y de seguridad a todo el ecosistema del comercio electrónico.
La transparencia reside en que los términos de los contratos inteligentes o smart contracts no pueden ser alterados. Se pueden automatizar sus condiciones cumpliéndose sin intervención humana y no dependemos de ningún organismo que tenga que arbitrar ante hipotéticas disputas. Todo está muy claro.
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Además, no debemos olvidarnos del aspecto transaccional. La Web3 va a impulsar el uso de las criptomonedas como divisas y no solo como inversión. La mayor ventaja de este modelo está en que nos ayudará a combatir más eficientemente el fraude, porque estas divisas son prácticamente invulnerables.
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Y hasta aquí nuestra primera incursión en la Web3. ¿Cuál es tu opinión sobre ella? ¿Crees que estamos preparados para el próximo salto? Te animamos a compartir lo que piensas.
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Imágenes | Unsplash.